El déficit fiscal se puede definir simplemente como la diferencia negativa entre los ingresos y los egresos públicos en un tiempo determinado. O sea lo que se está recaudando en términos de impuestos, retenciones, tasas y otros conceptos, es menor de lo que se gasta en programas y servicios públicos, deudas del estado, sueldos estatales, etc.
La contabilidad nacional es la encargada de realizar la medición cuantitativa del déficit. Se trata de una técnica que describe lo que sucede en un sistema económico, mediante un conjunto de cuentas que brindan una representación numérica sistemática de la actividad económica. Se aplica un criterio de obligaciones contraídas, independiente de los pagos y cobros efectuados. La importancia o influencia del déficit es una economía suele ser considerada a partir del porcentaje que representa respecto al Producto Interior Bruto (PIB).
Es importante destacar que todo déficit fiscal se deriva de de dos factores fundamentales, los recursos y la política fiscal. La política fiscal es la rama de la política económica que se encarga de diseñar el presupuesto del Estado, con el gasto público y los impuestos como variables a considerar para conservar la estabilidad económica.
Según Keynes, el déficit presupuestario puede estimular la actividad económica ante la caída del consumo y de la inversión privada. Sin embargo, no siempre sucede así, y algunos especialistas citan, por ejemplo, que el incremento de la demanda puede llevar a mayores importaciones, y no a incrementar la actividad económica de un país. Por otra parte, hay ocasiones en que el déficit es financiado mediante la emisión de dinero, lo que genera inflación y disminuye el consumo.