Por definición, el precio de un bien o servicio está determinado por el monto de dinero que debe entregarse para adquirirlos. También puede ser como el monto que tiene asignado un bien o servicio. O la suma de valores que los compradores intercambian por los beneficios de tener o usar un determinado bien o servicio.
Hasta aquí parece simple, pero cuando hablamos sobre la valuación de bienes, surge la pregunta: ¿debe hacerse a precios nominales o corrientes, o a precios constantes?
Por precios corrientes entendemos que es el cálculo por el cual nos basamos en los precios del año en curso, tomando en cuenta las variaciones en las cifras pero no los efectos de la inflación o la deflación sobre éstos. Cuando vemos los datos históricos, el precio corriente del pasado es el precio que en efecto tuvieron los bienes en cada periodo; en tal sentido, en el momento actual, el precio corriente es el que pagamos hoy por cada bien o servicio y su proyección a futuro.
Este concepto cobra importancia cuando nos referimos a la composición y elaboración de los índices como por ejemplo el PIB, que es lo que habitualmente conocemos como Producto Interno Bruto y representa el valor de los bienes y servicios finales que produce un país en un año determinado, tanto por empresas locales como del exterior. Este cálculo se basa en los precios de los bienes y servicios vigentes anuales, a los que llamamos precios corrientes. Para que las variaciones en los índices se deban únicamente a modificaciones en los precios y no a otros factores ( entre ellos cambios en la conducta de compra del público consumidor) se hace necesario que los cálculos sobre los bienes y servicios sean similares en los periodos cuyos precios estemos comparando y que las especificaciones de esos bienes y servicios que incluyen la canasta se puedan comparar. Por lo tanto se hace necesario que definamos cual es el momento de base, que no tiene porqué ser el del presente, al cual debemos llevar los valores de los demás períodos así podremos definir cuál es el pasado y cual el futuro para poder aplicar el indicador variable de precios, de acuerdo a la inflación o deflación de los precios corrientes, llegando así a los precios constantes.